Todos los seres humanos tenemos la potestad de perdonar a quienes nos agreden, para ello estar vivo es la única condición necesaria, nadie puede perdonar después de muerto.
Dicho esto, me pregunto quién puede perdonar a un terrorista asesino cuando su víctima ya no puede hacerlo, es indudable que ante un asesinato planificado que causa la muerte no hay perdón posible, puesto que el único que podría ejercer esa exclusiva y humana potestad está imposibilitado para hacerlo.
Es verdad que los familiares, llegado el caso, a su libre criterio y previa petición de perdón, podrán ejercer esa buena acción, pero quien jamás podrá perdonar es el asesinado.
Llegamos entonces al punto en que si un Estado, por interés político de quien lo gobierna, se toma atribuciones humanas que no le competen se corrompe, puesto que al igual que amar o sentir, un Estado que se llame a sí mismo "De Derecho" nunca puede perdonar, como tampoco puede dulcificar su imagen atribuyéndose cualidades humanitarias con quienes asaltan sus fronteras, que en todo caso serian atribuibles a quienes pagan los impuestos, pero no a quienes los malgastan.
Ese "Estado De Derecho" tan cacareado por algunos, consiste en garantizar la aplicación de las mismas reglas a todos los miembros de una nación y a los que convivan dentro de sus fronteras.
Un Estado puede obligar a sus súbditos, esos a los que también llama ciudadanos, a ir a la guerra como sucede en Rusia o Ucrania, también puede “imponerles impuestos” o fumigar sus vidas con Reales Decretos como hace en España.
Pero hay cosas que jamás podrá hacer, como ejercer la solidaridad con quienes, por la fuerza, asaltan las fronteras establecidas por el propio Estado o perdonar a terroristas que hayan causado muertos atentando contra ese mismo Estado, ni indultar a quienes hayan intentado dinamitarlo al mismo tiempo que formaban parte de él.
El perdón se parece mucho al quitamanchas, puesto que del mismo modo que perdonar libera al ser humano del malvado e involuntario vínculo que le une al agresor, un buen quitamanchas permite borrar ese inoportuno lamparón que nos incomoda desluciendo nuestra imagen.
Pero igual que las manchas de lejía no se puede quitar, los asesinos nunca dejan de serlo y del mismo modo que la ropa manchada de lejía solo se puede redimir usando un tinte oscuro, la mácula del terrorista solo se puede disimular blanqueándole, ennobleciendo su malvada causa.
Ningún "Estado de Derecho" puede perdonar, ni borrar manchas de lejía y tampoco puede engañar a todo el mundo.
Del mismo modo que un arquitecto no deja de serlo cuando no ejerce como tal, ni un médico renuncia a su juramento hipocrático al jubilarse, tampoco un terrorista deja de ser un asesino cuando deja de matar, como también sus víctimas permanecerán muertas para siempre.
"Un Estado de Derecho" no tiene la potestad humana de perdonar, ni puede hacer desaparecer todas las manchas.
José Munuera Lidón